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Minerales: Autunita. Foto MdC. |
Me comentaba hace años Pepe F., enorme cliente y mejor amigo, que cuando compraba minerales, cosa que hacía de forma cuasi impulsiva pero meditada y ajustada a su capacidad económica se sentía joven. Es una frase que sigue dándome que pensar y es porque me identifico en mucho con esta reflexión. Para mí, en mi reflexión introspectiva, retomar la afición a la mineralogía sí que ha sido en buena manera un retorno a mi primera juventud, una forma de abarcar lo que entonces deseaba pero no podía satisfacer por cuestiones económicas. Ahora el tema económico, para mi persona, tampoco está para muchas alegrías pero he adaptado mi realidad y junto a mi señora socia Luisa emprendía hace ya 11 años la puesta en marcha de nuestra tienda de minerales y con ello retomamos esa aproximación a la naturaleza, al conocimiento y la belleza que son la esencia del coleccionismo de minerales.
Resulta realmente revitalizante y sostenible para nuestra mente que sigue siendo inquieta, ávida de sensaciones iniciáticas que nos muestren, no un mundo nuevo pero si un mundo que siempre y de forma constante nos fascina y nos ofrece nuevas experiencias, nos enriquece en nuestro conocimiento del planeta, nos conecta con otros ámbitos sociales, conocemos gente nueva constantemente y siempre se trata de personas que salvando las siempre presentes diferencias ideológicas, políticas… comparten con nosotros el amor a la belleza primigenia generada en las entrañas de la tierra que son los minerales. El barco de los minerales. Seguramente siempre he tenido una mente bastante orientada al negocio, lo cierto es que siendo un adolescente una de mis fantasías era que de mayor compraría un barco suficientemente grande para albergar una importante colección de minerales para dedicarme a viajar de puerto en puerto realizando ferias de minerales y aprovechando estos desplazamientos para adquirir e intercambiar minerales, consiguiendo de esta manera y siempre en la óptica de un niño un negocio estable con garantías de tener una oferta muy competitiva fruto de mi constante viajar. Como es natural nunca llegué a informarme, ni tampoco me lo planteé, cuáles serían los costes de tales operaciones. Para mi «El barco de los minerales» resonaba como un reclamo irresistible que atraería a gentes de todos los ámbitos que habrían de aguardar cola para contemplar aquellas maravillas de la naturaleza. Tampoco podía yo prever el cambio tan radical en cuanto a inquietudes y tendencias que afectan a nuestro ocio y a lo que gastamos en el, que las nuevas tecnologías nos han traído. Mucho más improbable era entonces dilucidar que la globalización haría que los orígenes de los minerales de colección que otrora nos resultaban tan lejanos como exóticos pasarían a formar parte de la oferta habitual de cualquier tienda de minerales. |